Capítulo 9: Discursos sobre la paz

May 21, 2024

La tarea de la política es prevenir los conflictos; la de la educación es establecer la paz. Debemos convencer al mundo de la necesidad de realizar un esfuerzo universal, colectivo, por sentar las bases para la paz.

La educación constructiva para la paz no se debe limitar a la enseñanza en las escuelas. Es una tarea que requiere esfuerzos de toda la humanidad. Su objetivo debe ser reformar a la humanidad para permitir el desarrollo interior de la personalidad humana y para crear una visión más consciente de la misión del género humano y las condiciones actuales de la vida social.

 

Nuestra principal preocupación debe ser educar a la humanidad, a los seres humanos de todas las naciones a fin de guiarla hacia la búsqueda de metas comunes. Debemos volver atrás y centrar toda nuestra atención en el niño. Los esfuerzos de la ciencia se deben centrar en el niño porque él es el origen de los enigmas de la humanidad y también la clave para resolverlos.

Si se convirtiera en una disciplina especial, la paz sería el más noble de todos los temas, dado que la vida misma, de la humanidad depende de él. Quizás también dependa de él la posibilidad de que nuestra civilización evolucione o desaparezca.

Es bastante raro que todavía no exista algo así como una ciencia de la paz, teniendo en cuenta que la ciencia de la guerra parece estar muy avanzada, por lo menos en lo que respecta a cuestiones tan concretas como los armamentos y las estrategias.

En lo que respecta a la paz, esta nunca ha sido objeto del proceso de investigación metódica y progresiva que se conoce como ciencia; por el contrario, entre las innumerables ideas que enriquecen nuestra conciencia humana no figura un concepto claro de la paz.

Lo que generalmente se quiere decir con la palabra paz es el cese de la guerra. Pero este concepto negativo no es una descripción adecuada de la paz genuina, y lo que es aun más importante, si observamos el propósito manifiesto de la guerra, la paz entendida en ese sentido representa, más bien, el triunfo final y permanente de la guerra.

María Montessori